¿Qué hay de “tradicional” en la “tradición”?

Emilio Xabier DUEÑAS

Lagundu

Con el título “Manifestaciones sonoras y Cultura Tradicional. Audiovisuales y creación”, tuvo lugar en BilbaoArte el 18 de octubre, una Jornada participativa organizada por la Sección de Folklore de Eusko Ikaskuntza, en la que se trataron, desde diferentes perspectivas artísticas, variadas fórmulas de representación o performance, utilizando, como base, elementos procedentes del bagaje transmisor socio-cultural del pasado: el irrintzi, la txalaparta o la Bertsolaritza.

No es novedad alguna la creación en las artes escénicas o sonoras, partiendo de la música autóctona o de la literatura oral, ya que todo tipo de formatos, incluidos los montajes escénicos, los audiovisuales y el teatro, llevan coexistiendo entre nosotros desde hace siglos. De hecho, alguna que otra de las danzas que hoy son consideradas “tradicionales”, en su momento fueron preparadas para concursos de danzas nuevas.

Todo lo que se ha ido conformando alrededor de esta temática me ha hecho reflexionar en un campo en el que, todo lo que hasta ahora definido como “popular” y “tradicional”, basado en un anonimato y perfil temporal no definido, promulga la creatividad con firma y traslada el campo de acción, desde el espacio público hasta un lugar concreto, privado y, ciertamente, en algo más que apariencia, culto.

Pero, realmente que es la “tradición” y cómo se entiende por parte de los investigadores y del pueblo: dos mundos tan divergentes, como coincidentes, relacionados conceptualmente. Todo estudioso e interesado en el apartado que concierne a la Cultura Tradicional, se encuentra en permanente curiosidad por conocer el origen de las costumbres como si en un afán por entender el significado primigenio así fuera. También el realizador, el verdadero protagonista de la acción, siente la necesidad de conocer su pasado pero, generalmente, sin la intención de buscar más allá del sentido no superficial que tiene.

Si preguntamos acerca del significado de esta o aquella canción conocida en el lugar, a diferentes categorías de edad, obtendremos diversas respuestas que van desde lo que se considera genuino, hasta lo que implica unos fundamentos auténtico y singular. Incluso la “pureza” sirve continuamente como adjetivación de lo que, en cierta forma, sirve de apoyo como identidad a nivel comunitario, local y territorial.

Procedencia, recorrido y destino

La realidad de ciertas tradiciones no es tan solo el lamentar que, por el camino, han ido desapareciendo. Deberemos prepararnos para convivir con todo lo que nos suena a cambio, profundo o no, y mirar a nuestro alrededor preguntándonos cuál es la necesidad de identificarnos con una serie de elementos que conforman parte del acervo cultural del pasado. Identidad que, no hace sino, buscar la autocomplacencia por conservar unos patrones, transmitidos generacionalmente, con gran esfuerzo individual y colectivo pero también con intermitencias y curiosas alteraciones.

Ahí tenemos las creaciones, nuevas, producidas por personas con nombres y apellidos, que sirven como autosatisfacción o hacia una parte de la población y otras, manipuladas directa e indirectamente, que tratan de dulcificar nostálgicamente la curva muy irregular, y con altibajos, de ese itinerario por nuestras “raíces”.

Foto 1: ?Zarramacos ? en Sili? (Cantabria)

Foto 1: “Zarramacos ” en Silió (Cantabria).
Foto: E. X Dueñas

Exponer en este corto artículo, muchas de las variadas fórmulas de representación cuyas connotaciones transcienden más allá de la simple creencia que todo es, y sigue, igual a lo que se hacía hace muchos años, es carrera imposible, pero intentaremos mediante algunos ejemplos provocar al lector en un ejercicio transgresor.

Para empezar, tal y como podemos observar en la foto 1, donde aparecen los “Zarramacos”, cada primer domingo del mes de enero, los habitantes de Silió y de otras entidades de población limítrofes celebran “La Vijanera”: un formato de Carnaval del invierno. Todo aquel que se acerca a esta pequeña población cercana a Reinosa, queda entusiasmado con el ambiente que allí se genera. Pero, cuánto tiempo lleva haciéndose de esta forma.

Esta celebración fue recuperada en 1982, después de varios años olvidada. Anteriormente, según información oral, salían algunos disfrazados persiguiendo a las mozas. No eran tantos, ni con tanta variedad en sus vestimentas; ni el recorrido era un paseo para un público ávido de festejo, ni, posiblemente, todos los tejidos con que se elabora la indumentaria es la equivalente. De hecho, muchos de los personajes son de otra procedencia: de diversas localidades de Cantabria, aunque principalmente de los pueblos de alrededor que conforman el Valle de Iguña.

Por un lado, tenemos una reconstrucción local, en base a criterios asociacionistas para volver al pasado desde el presente y mostrar cómo el recuerdo se materializa en un folclorismo encubierto. Por otro, un trasfondo que nos deja apreciar intereses de diferente procedencia: turísticos, económicos o vivencial-pasivos.

Foto 2: Cabalgata de Reyes. Santurtzi

Foto 2: Cabalgata de Reyes. Santurtzi.
Foto: E. X Dueñas

De una celebración invernal a otra, de una originariamente confusa, sometida a un cierto desprestigio como celebración (supuestamente) pagana, a una eminentemente cristiana con una reconducción continua de fechas y actos: las cabalgatas de la víspera de Reyes Magos (foto 2), con sus momentos de esplendor cuando la religión y el Clero controlaban el espacio público y de ocio, al declive actual por ese resurgimiento y, como dirían los más devotos, falta de valores morales y amor a lo material.

El día 5 de enero por la tarde, era sinónimo de una presencia mayoritariamente “real” hasta que, en los años ochenta del siglo XX, la llegada de sus “majestades” en diversos medios de locomoción, fuera convertida en propulsor competitivo de otros personajes o desplazada parcialmente en muchos pueblos. La aparición del glotón Olentzero se ha convertido en el elemento identitario de una parte muy importante de Euskal Herria. Ha pasado de ser un personaje de cuento y trasladado en andas cumpliendo la cuestación por la comarca del Bidasoa, para convertirse en una copia, más o menos exacta, más o menos revolucionaria, del Santa Claus estadounidense o el “Papá” (Pére) No?l francés, que unos pocos años antes había entrado por la chimenea de los hogares.

Las cabalgatas irrumpieron en el siglo XIX, de forma muy esporádica, siendo a mediados del mismo cuando se instaura el procedimiento de entrega de regalos a los más pequeños, por parte de los tres sabios, a imagen de otras celebraciones del centro y norte de Europa, que ya cumplían con dicha misión siglos atrás.

Hoy en día podemos preguntar a los jóvenes de muchas zonas del país, de hasta 30 años, si para ellos la figura de Olentzero es parte del Folclore vasco y tendremos la respuesta que para ellos “es de siempre”. Al igual que nuestros antepasados consideraban que el comer patas y orejas de cerdo, y tostadas por Carnaval, había sido transmitido generacionalmente desde, al menos, sus abuelos. Incluso he llegado a escuchar de una persona de mediana edad, que en Getxo se dejó de sacar la figura de Olentzero porque el gobierno franquista lo prohibió. Más de uno se preguntará, ante este comentario, si antes de la Guerra Civil existía esta “tradición” en la anteiglesia vizcaína. Para eso, también hemos inventado la música folk y buscamos las raíces de la canción ‘pop’ular.

Foto 3: Antzinako Azoka de Artziniega

Foto 3: Antzinako Azoka de Artziniega.
Foto: E. X Dueñas

Así como el día de Reyes es uno en todo el año, las ferias y mercados ocupaban en la sociedad “tradicional” unos periodos concretos, dependiendo de la tipología del municipio y de la categoría administrativa que regentaba el mismo.

El apogeo de las ferias agrícolas, ganaderas y dedicadas a productos determinados, ha reconvertido desde hace unos años la antigua fórmula de supervivencia de antiguos oficios de artesanos y campesinos, en exposición itinerante llena de colorido y atracción para el gran público. La irrupción de las “Ferias medievales” (foto 3) ha posicionado el panorama comercial, mediante productos caseros de la tierra o del exterior. Pero, ¿realmente existían ferias en el medioevo con las características que nos muestran estas en la actualidad en los lugares donde se realizan?: ¿se engalanaba de idéntica guisa el núcleo con estandartes, guirnaldas, banderitas y tenderetes?, ¿se caracterizaban escenas teatrales y sonoras de la misma categoría?, ¿se vendían, o se cambiaban, los mismos productos?, ¿se vestían de igual manera los tenderos?

Foto 4: Subiendo a la cima del monte Bianditz (Oiartzun)

Foto 4: Subiendo a la cima del monte Bianditz (Oiartzun).
Foto: E. X Dueñas

La respuesta a esta última pregunta sería, con total seguridad, que no. Al igual que la ropa con que los aficionados a la práctica montañera portaban hace cincuenta años y la actual. Nos encontraríamos con un profundo cambio técnico, y tecnológico, que no pasa desapercibido. Lo mismo que ha sucedido en todas las áreas de nuestro entorno, sea este el más progresista, sea el más “tradicional”. De hecho, la actual, aunque minoritaria, atracción a las ascensiones a los montes más conocidos del país, algunos imbuidos por la Mitología, otros de carácter religioso, se ha convertido en masificación en determinados días del año; bien a propuesta de entidades, bien como pruebas atléticas de distinto calado.

Pero, en lo que aquí concierne, es fundamental lo que se ha dado en llamar “arraigo tradicional” el acercarse a las cumbres de ciertos montes (Gorbeia, Anboto, Txindoki, o Aitzgorri) el día 31 de diciembre y/o 1 de enero, así demostrado en diferentes publicaciones y páginas web. Estamos ante un hecho sin precedentes, pero no es el único. Desde que el BBK Live Festival es parte del Folclore y ciertos eventos de unos pocos años atrás son la “tradición” más viva y pujante, solo queda por saber cuáles serán los siguientes que ocuparán esos espacios en un futuro cercano.

De ohitura a Patrimonio Cultural

Si efectuamos un recorrido por toda nuestra geografía nos vamos a encontrar con infinidad de informaciones que nos detallan eventos que en su momento sucumbieron, por diferentes causas, absorbidos por diferentes modas, cubriendo a veces el rango de sofisticación, a las que habían relevado.

La “tradición” o la “costumbre”, entendidas de una manera simple como todo elemento o conjunto de elementos, cuya ambigüedad o indefinición temporal, anonimato relativo y transmitidas por el pueblo, sirven de cimiento a una serie de actividades, bien preservadas, bien recreadas o revitalizadas, de muy diferente signo conservador. Su existencia depende de factores internos y/o externos a la comunidad, colectivo, o ente que soporta el peso: en ocasiones por una marcada inercia social; en ocasiones gracias a la dinamización, necesaria por otro lado, dentro de la entidad.

Esto nos demuestra que todo lo que sobrevive tiene un origen, conocido o desconocido. Que en algún momento se ha inventado por vía directa, o se ha ido consolidando mediante modificaciones solidificadas. Invento lo es todo: lo que es “tradicional” y lo que no lo es; lo que es anónimo y lo que tiene firma.

Es más, hoy en día, sigue existiendo un amor por la “tradición” que obliga, por inercia, por la fuerza de la costumbre, a no ver todas y cada una de las capas que la protegen y que se han ido acumulando a lo largo de la historia. Quizá se entienda como una obligación que lo que nos ha llegado apenas ha sufrido cambios.

Las festividades que se conmemoran a lo largo del año, las labores cotidianas que han llegado hasta nosotros convertidas en juegos y deportes o en celebraciones familiar-vecinales, los acontecimientos bélicos históricos convertidos en representaciones multitudinarias, la artesanía y la exhibición de trabajos que derivan de antiguos oficios, las escenificaciones de cuentos y leyendas, las concentraciones masivas de danza, música e improvisadores de versos, la visita mediante recorridos marcados de monumentos funerarios arqueológicos que sirvieron de tumbas sepulcrales, o las performances de artistas en galerías privadas, tienen más puntos en común que los que nos imaginamos.

Representaciones públicas y conmemoraciones privadas, exhibiciones y competiciones... revival y “folclorismo”. Buscando la generalidad, son producto de un proceso cultural y social, autóctono o en fusión, que se va proyectando en el espacio y el tiempo.

Sin embargo, el Folk/lore nació como ciencia o disciplina y, con el paso del tiempo, parcialmente se ha convertido en (el conjunto de) las propias tradiciones, ohiturak o tradizioak. El término, su significado y concepto, ha tomado carta de naturaleza y efectividad reactualizada, pero también ha sido desposeído oficialmente de su título por “Cultura Tradicional” y por “Patrimonio Cultural”, especificado en “Inmaterial” algo cuyo contenido es mucho más amplio y personal. ¿Duda o acierto?: ¿simplemente fidelidad, autenticidad, ritualidad y simbolismo, o singularidad frente a actualización, popularidad, re-ritualización/re-simbolismo o atracción?

Lagundu

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